>Meeting (3)

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Salgo del edificio. Todavía confundida. La luz de la luna alumbra la desholada callecita de microcentro. A lo lejos, unos cartoneros y más allá el sonido del cincuenta.

Me acuerdo de la angustia del día anterior, de mi amiga, de Sandro. ¿Un año después se va a dar que vuelva, en otras circunstancias, al mismo lugar? ¿Tuvo que pasar un año de caminatas por la calle Virrey Ceballos, de Sandro, de P, de asegurar sólo por responsabilidad civil, de hartarme de cargar pólizas en el sistema? ¿Exactamente un año después que cuando di el portazo y dije nunca más, se dará que vuelva? ¿Hay que irse para descubrir lo que uno quiere y lo que no quiere y si sirve volver? Me acuerdo de la nena que tres años atrás entró a este edificio por primera vez. Con pocos conocimientos, mucha voluntad, y el bolsillo lleno de fantasías sobre la vida en la gran empresa. Tan naif, tan inocentona, y ahora convertida en una desconfiada, en una estratega, con todas las jugadas conocidas y ninguna sin conocer.

Ahora, una encrucijada.